(Washington Blade file photo by Michael K Lavers)
MATANZAS, Cuba (AP) | Orgullosa de llevar una estola clerical con los colores del arcoíris y una bandera arcoíris en su alzacuello, la reverenda Elaine Saralegui dio la bienvenida a todos en su iglesia inclusiva LGBTQ+ en la ciudad portuaria cubana de Matanzas.
“Todos estamos invitados y nadie nos puede excluir”, dijo Saralegui a las parejas del mismo sexo tomadas de las manos y sentadas en bancos de madera de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana en donde se había casado recientemente con su esposa.
Estas palabras y este tipo de reuniones antes eran inimaginables en el país más grande del conservador y mayoritariamente cristiano Caribe, donde la hostilidad contra los homosexuales sigue estando muy extendida.
Cuba reprimió a los homosexuales después de la revolución de 1959 encabezada por Fidel Castro y envió a muchos a campos de trabajo. Pero en años recientes, la isla de gobierno comunista prohibió la discriminación contra los homosexuales y, en 2022, un “Código de las Familias” respaldado por el gobierno y aprobado por voto popular, permitió que las parejas del mismo sexo contraigan matrimonio y adopten hijos.
Los miembros de la comunidad LGBTQ+ de Cuba dicen que fue un parteaguas que les ha permitido adoptar su identidad de género y practicar su culto con mayor libertad en un país que durante décadas después de la revolución fue oficialmente ateo. En los últimos 25 años, gradualmente se ha vuelto más tolerante hacia las religiones.
“Es algo muy grande. Las palabras son pocas para decir (que) es la oportunidad de realizar el sueño de muchas personas”, dijo Maikol Añorga, quien estaba con su esposo Vladimir Marín, cerca del altar, en donde durante el oficio del viernes se unieron a otros feligreses que se turnaban para colocar ofrendas de flores silvestres blancas y rosas en agradecimiento a Dios.
“Es la oportunidad de todas las personas de estar presentes aquí”, agregó, “y reunirse y participar siempre sin distinción de género, sin distinción de raza, sin distinción de religion”.
La doctrina de la Iglesia católica todavía rechaza los matrimonios del mismo sexo y condena las relaciones sexuales entre parejas gay o lesbianas, calificándolas de “intrínsecamente desordenadas”. Sin embargo, el papa Francisco ha hecho mucho más que cualquier pontífice para que la Iglesia sea un lugar más acogedor para la comunidad LGBTQ+.
En diciembre, el papa aprobó formalmente que sacerdotes católicos dieran la bendición a parejas del mismo sexo, un cambio de política cuyo objetivo es hacer que la Iglesia sea más inclusiva mientras mantiene su estricta prohibición al matrimonio homosexual.
El Código de las Familias enfrentó la oposición de la Iglesia católica del país, así como al número creciente de iglesias evangélicas que se han multiplicado por toda la isla.
Las manifestaciones contra los derechos LGBTQ+ se han reducido desde 2022. Pero en aquel entonces, los pastores evangélicos hablaban desde el púlpito, y entregaban Biblias y panfletos en las calles, invocando el “plan original” de Dios para las uniones entre hombres y mujeres, al tiempo que calificaban las relaciones gay de pecado.
Aun así, la medida fue aprobada por casi el 67% de los votantes. Sucedió luego de una enorme campaña gubernamental de reuniones informativas a nivel nacional y una extensa cobertura de medios oficiales durante una época de escasez de alimentos y apagones que provocaron que miles de personas emigraran a Estados Unidos en una de las peores crisis económicas que afectaron a Cuba en décadas.
En ese entonces, el presidente Miguel Díaz-Canel dijo a los cubanos en un mensaje de video que estaba complacido con el amplio apoyo que la medida recibió pese a los duros desafíos económicos. Celebró con el tuit: “El amor ya es ley”.
Durante años, el movimiento por los derechos LGBTQ+ ha sido liderado con orgullo por la defensora más conocida de los derechos de los homosexuales en Cuba: Mariela Castro, hija del expresidente Raúl Castro y sobrina de su hermano Fidel.
“Esto sólo aporta felicidad, esto sólo aporta que las personas se sientan verdaderamente dignas, respetadas, amadas, consideradas —verdadera ciudadanía, con derechos y deberes”, dijo Castro a The Associated Press.
“Creo que hemos dado un paso muy valioso, pero un paso que requiere la continuidad y trabajo, sobre todo de diálogo y educación y comunicación para ayudarnos todas y todos a ser familias felices”, agregó.
Mucho antes que a las parejas del mismo sexo se les concediera el derecho a casarse, Castro ya defendía ese derecho mientras capacitaba a la policía sobre las relaciones con la comunidad LGBTQ+ y auspiciaba ceremonias simbólicas en que el clero protestante de Estados Unidos y Canadá bendecía las uniones como parte del desfile anual del Orgullo.
“Para mí fue una experiencia espiritual muy bonita. Y vi que para esas personas también” comentó Castro, quien dirige el Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba y es miembro de la Asamblea Nacional. “Primero era que el amor sea ley. Ahora ya el amor es ley y lo vamos a seguir celebrando”.
En 2010, su tío, el entonces mandatario retirado Fidel Castro, reconoció que estaba equivocado al discriminar a las personas homosexuales. Al preguntarle sobre esto, ella dijo que eso ayudó a marcar un punto de quiebre para la actitud pública.
“Yo creo que fue honesto, que fue bueno, que fue sano, que él haya dicho esto, porque eso ayudó a que los que además seguían montados en los prejuicios entendieran que el pensamiento cambia”, comentó.
En los primeros años posteriores a la Revolución de 1959, la homofobia en Cuba, contó, no era diferente a la del resto del mundo. En Estados Unidos, las autoridades psiquiátricas consideraban la homosexualidad como un trastorno mental y el sexo gay era un crimen en la mayoría de los estados. En la actualidad, Rusia —un importante partidario de Fidel Castro cuando era el núcleo de la Unión Soviética comunista— contrarresta la tendencia mundial de una mayor aceptación hacia la comunidad LGBTQ+ con una represión múltiple contra el activismo LGBTQ+.
El Código de las Familias de Cuba previo, que data de 1975, estipulaba que el matrimonio debía ser entre un hombre y una mujer, no entre dos personas, lo que excluía de los derechos de herencia a parejas que llevaban mucho tiempo juntas.
La nueva ley va más allá de la igualdad de matrimonio —que los activistas intentaron incluir en la Constitución en 2019 sin éxito— o la posibilidad de que parejas gay adopten hijos o usen gestantes. También abarca los derechos de los niños, adultos mayores y mujeres.
Los primeros miembros de la congregación de Saralegui comenzaron a reunirse hace más de una década en la terraza de una casa en Matanzas para cantar y orar.
“Las estrellas eran nuestro techo y cuando llovía teníamos que reunirnos en el cuarto, que era pequeño”, recordó Saralegui. En 2015, con el apoyo de las Iglesias de la Comunidad Metropolitana LGBTQ+ con sede en Estados Unidos, convirtieron una casa en su iglesia, colocaron bancos de madera y una cruz de vidrieras que cuelga sobre el altar. Abajo, un grupo local tibetano budista que se reúne durante la semana guarda instrumentos musicales como ejemplo de la sociedad interreligiosa.
“Esta iglesia es una familia”, señala Saralegui, quien tiene un tatuaje del pez de Jesús en uno de sus antebrazos y usa una pulsera budista. “Es un espacio sagrado, no solamente porque hay una cruz o porque esté un altar, sino porque es el espacio más sagrado de las personas —donde las personas vienen a tener un espacio seguro”.
Después de recibir la comunión, el feligrés Nico Salazar, de 18 años, comentó que estaba contento de haber encontrado un espacio seguro después que los miembros de una iglesia evangélica a la que asistió mientras crecía le pidieron que no regresara cuando aceptó su identidad de género.
“Es lo esencial de la Biblia: Dios es amor, y las demás Iglesias deberían enfatizar eso, más que reprimir y dañar a los demás con un supuesto pecado”, indicó Salazar, quien nació mujer y este año comenzó tratamiento hormonal.
“Pecar y amar no es lo mismo”, dijo Salazar, quien traía un pendiente en forma de cruz.
“Y el amor”, agregó, “no es pecado”.